Cábalas, supersticiones, amuletos...

Son muchas y variadas las formas en que los apostadores buscan atraer a la esquiva buena suerte. Se valen de todo tipo de cábalas, amuletos, supersticiones e incluso los mitos tienen mucho que ver en este asunto.

Así, algunos entran a la Agencia siempre con el pie derecho, o por ejemplo quieren que los atienda siempre la persona que les hizo ganar alguna vez.

Para la mejor información de nuestros lectores, (y por qué no, para incrementar su fortuna), haremos una pequeña reseña de las cábalas, creencias y supersticiones más difundidas.

•  El número 13.

Para “Riberito”, el número 13 siempre produce la exclamación: “¿quién dijo yeta?”. Pero este famoso número tiene sus adeptos y también sus más férreos opositores. Se lo relaciona con el día martes o el día viernes.

Se suele decir: “En martes 13 no te cases ni te embarques, ni de tu familia te apartes”. En Francia, por ejemplo, nunca se le da a una casa el número trece en su dirección. En Italia, la lotería nacional lo omite. Las líneas aéreas internacionales obvian ese número en los asientos de los aviones. En los Estados Unidos, los edificios rascacielos y departamentos dan al piso que sigue al 12 el número 14.

Todo esto tiene su origen en la mitología nórdica en la era precristiana. A un banquete en el Valhalla fueron invitados doce dioses. Loki, el espíritu de la pelea y del mal, se coló por las buenas, con lo que el número de los presentes llegó a trece. En la lucha que se produjo para expulsar a Loki, Balder, el favorito de los dioses, encontró la muerte.

Ésta es una de las primeras referencias escritas a la mala fortuna relacionada con el número trece. Desde Escandinavia, la superstición se difundió a través de Europa, en dirección Sur.

Al iniciarse la era cristiana, estaba ya bien establecida en los países mediterráneos. Entonces, la creencia fue notablemente reforzada, en forma contundente, por la cena más famosa de la historia: la Última Cena.

Cristo y sus apóstoles sumaban trece personas. Menos de veinticuatro horas después de esta cena, Cristo era crucificado.

En el siglo XVIII la marina británica intentó eliminar las supersticiones relativas al día viernes 13. Se mandó rebautizar a un buque con el nombre de HMS Friday (Friday significa “viernes”, en inglés), se designó a un capitán llamado Jim Friday, se reclutó a la tripulación un día viernes, también en viernes se armó la quilla del barco; y se botó la nave un viernes 13. Jamás se volvió a saber del barco o de su tripulación.

Pero también existen quienes dicen que el número 13 les trae suerte. Y mucho más los martes o viernes trece.

En los Estados Unidos, el trece sería considerado como un número con suerte. Forma parte de muchos de los símbolos nacionales, ya que en el reverso de los billetes de banco hay una pirámide incompleta de trece escalones, el águila heráldica sostiene en una garra una rama de olivo con trece hojas y trece frutos, y en la otra, trece flechas. Hay, además, trece estrellas sobre la cabeza del águila. Todo esto, en realidad, nada tiene que ver con la superstición, sino que conmemora las trece colonias que originaron el país, y que por su parte fueron un símbolo de buen auspicio.

•  La escalera.

Pasar por debajo de una escalera, suele considerarse de mala suerte, aunque hay que admitir que no es conveniente debido a que algo podría caer de la misma. (Una lata de pintura, una herramienta).

Esta creencia tiene un antiguo origen. Una escalera abierta, o apoyada en una pared, forma un triángulo. Esta figura es considerada desde hace mucho tiempo y por muchas sociedades como una trinidad de dioses. Pasar por debajo, implicaba desafiar un espacio santificado.

Para los egipcios, la escalera en sí era un símbolo de buena suerte. Fue una escalera la que permitió al dios solar Osiris escapar del cautiverio al que le tenía sometido el espíritu de la oscuridad. La escalera era también uno de los signos pictóricos favoritos para ilustrar el ascenso de los dioses, y en las tumbas de los reyes egipcios se colocaban escaleras para ayudarles a trepar hacia el cielo.

Siglos más tarde, algunos seguidores de Jesucristo se adhirieron también a la superstición de la escalera, interpretándola a la luz de la muerte de Cristo. Puesto que se había apoyado una escalera en el crucifijo, ese elemento se convirtió en símbolo de maldad, traición y muerte. Pasar por debajo de una escalera llamaba al infortunio.

También se dice que la superstición de la escalera estuvo asociada con la horca. Un método de colgar al reo consistía en arrojarle desde una escalera para que cayera bajo ésta y quedara suspendido de la soga.

•  El gato negro.

Si un gato de color negro se cruza en tu camino, se dice que tendrás mala suerte.

El temor a los gatos, especialmente a los negros, surgió en Europa durante la Edad Media, particularmente en Inglaterra.

La característica independencia del gato, junto con su testarudez y su afición al robo, unida al repentino aumento de su población en las grandes ciudades, contribuyeron a su caída en desgracia.

Los gatos callejeros eran alimentados a menudo por ancianas pobres y solitarias, y cuando se propagó en Europa una oleada de histeria por la caza de brujas, en la que muchas de esas mujeres carentes de hogar fueron acusadas de practicar la magia negra, los gatos que les hacían compañía —especialmente los negros— fueron considerados también culpables de brujería.

En Francia, millares de gatos eran quemados mensualmente hasta que, en la década de 1630, el rey Luis XIII puso fin a esta vergonzosa práctica. Dado que pasaron varios siglos durante los cuales los gatos negros fueron sacrificados en toda Europa, es sorprendente que el gen del color negro no se extinguiera en esa especie..., a no ser que el gato realmente tenga siete vidas.

•  Los espejos.

Dicen que romper un espejo te traerá siete años de mala suerte. ¿De dónde proviene esta singular superstición?.

En el siglo VI antes de Cristo, los griegos habían iniciado una práctica de adivinación basada en espejos (llamada catoptromancia), en la que se empleaban unos cuencos de cristal o de cerámica llenos de agua. De modo muy similar a la bola de cristal de las gitanas.

Este cuenco de cristal —el miratorium para los romanos— se decía que revelaba el futuro de cualquier persona, cuya imagen se reflejara en la superficie del mismo.

Los pronósticos eran leídos por un «vidente». A veces, sucedía que uno de estos espejos se caía y se rompía. La interpretación del vidente en esos casos era que la persona que sostenía el cuenco no tenía futuro —es decir, que no tardaría en morir— o que su futuro le reservaba unos acontecimientos tan catastróficos, que los dioses, amablemente, querían evitar a esa persona una visión capaz de trastornarla profundamente.

En el siglo I, los romanos adoptaron esta superstición portadora de mala suerte y le añadieron un nuevo matiz, que es nuestro significado actual. Sostenían que la salud de una persona cambiaba en ciclos de siete años, y puesto que los espejos reflejaban la apariencia de una persona —es decir, su salud—, un espejo roto anunciaba siete años de mala salud y de infortunios.

La superstición adquirió una aplicación práctica y económica en la Italia del siglo XV. Los primeros espejos de cristal con el dorso revestido de plata, muy frágiles por cierto, se fabricaban en Venecia en esta época. Por ser muy caros, se trataban con gran cuidado, y a los sirvientes que limpiaban los espejos de las casas se les advertía severamente que romper uno de esos nuevos tesoros equivalía a siete años de un destino peor que la muerte.

Este uso efectivo de la superstición sirvió para intensificar la creencia en la mala suerte acarreada por la rotura de un espejo, a lo largo de generaciones de europeos. Cuando, a mediados del siglo XVII, empezaron a fabricarse en Inglaterra y en Francia espejos baratos, la superstición del espejo roto estaba ya extendida y firmemente arraigada en la tradición.

•  La luz mala.
A los fuegos fatuos (incendio de ciertas materias que se elevan de las sustancias animales y vegetales en putrefacción y forman pequeñas llamas que se ven en el aire, particularmente cerca de cementerios o lugares pantanosos), el gaucho, que ignoraba su origen, los consideró cosa sobrenatural y les dió el nombre de "luz mala"o "Farol de Mandinga", mito con trascendencia religiosa que se extiende por casi todo el Noroeste Argentino.

El gaucho consideraba a la misma como la representación de un ánima en pena, que según las creencias era el alma de un difunto que abandonaba su sepultura y andaba por el mundo de los vivos para pedir venganza, porque había sido muerto en mala ley o reclamando por haber sido enterrado en el cementerio.

La "luz mala" inspiraba terror supersticioso y su aparición era comentada en todos los fogones. Se recordaban viejas leyendas oídas a los mayores y no faltaba alguno que contara un "trance fiero", en que tuvo que vérselas con una "luz mala", que lo había seguido un largo rato, y de la que se salvó prometiéndole encender una vela a su memoria.

"...Pedro Becerra no se queda atrás con las experiencias en el campo y mientras recibe el mate cebado por Américo, el gaucho albardonero cuenta que por la noche se suele escuchar ruidos o risas en el campo. "Yo vi la luz mala. Es como una luz negra que va y viene entre los yuyos. A veces el caballo se retoba y no quiere caminar y relincha. A uno se le congela todo, pero el miedo hay que dejarlo en la casa y si hace falta saco el facón. Es por eso que este viaje, que me llevó 11 horas, lo hice en mi caballo «Bolichero». Y, le puse así porque se para en todos los boliches que hay en el camino. Con él no hay miedo que valga", cuenta entre risas..."

JOSÉ CORREA - DIARIO DE CUYO

Para librarse de ella es prudente rezar y morder luego la vaina del cuchillo.

•  Herraduras.

Una herradura, el calzado de caballos, mulas y burros, colgada en algún sitio de la casa, está considerado como el más universal de todos los amuletos de la suerte.

La herradura fue un talismán poderoso en todas las épocas y en todos los países en los que existía el caballo. Aunque los griegos introdujeron la herradura en la cultura occidental en el siglo IV, y la consideraban como símbolo de buena suerte, la leyenda atribuye a san Dunstan el haber otorgado a la herradura, colgada sobre la puerta de una casa, un poder especial contra el mal.

Según cuenta la tradición, Dunstan, herrero de profesión pero que llegaría a ser arzobispo de Canterbury en el año 959, recibió un día una visita inesperada. Un hombre le pidió unas herraduras para sus pies, los cuales tenían una forma sospechosamente parecida a pezuñas. El herrero, rápido en sus reacciones, reconoció inmediatamente a Satanás en su cliente, y astutamente le explicó que, para realizar su tarea, era forzoso encadenar al hombre a la pared.

Deliberadamente, el santo procuró que su trabajo resultara tan doloroso, que el diablo encadenado le pidió repetidamente misericordia. Dunstan se negó a soltarlo hasta que el diablo prestó juramento solemne de no entrar nunca en una casa donde hubiera una herradura colgada sobre la puerta.

Desde la aparición de esta leyenda en el siglo X, los cristianos tuvieron la herradura en muy alta estima, colocándola primero sobre el dintel de la puerta y trasladándola más tarde al centro de ésta, donde cumplía la doble función de talismán y picaporte. Este es el origen del picaporte en forma de herradura. En otros tiempos, los cristianos celebraban la fiesta de san Dunstan, el 19 de mayo, con juegos en los que se empleaban herraduras.

Para los griegos, los poderes mágicos de la herradura provenían de otros factores. Las herraduras eran de hierro, un elemento que se creía que ahuyentaba el mal, y la herradura tenía la forma de una luna en cuarto creciente, que desde antiguo era considerada como símbolo de fertilidad y fortuna.

Los romanos se apropiaron de este objeto, a la vez como práctico dispositivo ecuestre y como talismán, y su creencia pagana en sus poderes mágicos pasó a los cristianos, que dieron a esta superstición su versión basada en san Dunstan.

En la Edad Media, cuando cundía al máximo el temor a la brujería, la herradura adquirió un poder adicional. Se creía que las brujas se desplazaban montadas en escobas porque temían a los caballos, y que cualquier cosa que les recordara un caballo, especialmente su herradura de hierro, las ahuyentaba. La mujer acusada de brujería era enterrada con una herradura clavada en la tapa de su ataúd, para impedir su resurrección.

En Rusia, al herrero que forjaba herraduras se le consideraba dotado de capacidad para realizar «magia blanca» contra la brujería, y los juramentos solemnes relativos al matrimonio, los contratos comerciales y las compraventas de propiedades no se prestaban sobre una Biblia, sino sobre los yunques utilizados para martillar las herraduras.

Una herradura no se debe colgar de cualquier forma: su disposición correcta es con los extremos hacia arriba, pues de lo contrario su reserva de suerte se vaciará.

•  Cábalas y supersticiones de Año Nuevo.

La celebración del Año Nuevo es una de las más antiguas y universales de las festividades. Hace aproximadamente 4.000 años atrás, los babilonios fueron los primeros en convertir el Año Nuevo en un ciclo festivo que duraba 11 días y que se celebraba al comienzo de la primavera.

Los egipcios celebraban el fin del año con el comienzo de la crecida del río Nilo y la preparación de las tierras para la siembra, mientras que los romanos también hacían coincidir la celebración con la llegada de la primavera y lo festejaban el 25 de marzo.

Pero fue el emperador Julio César el que cambió la fecha al primero de enero, primer día del mes dedicado al Dios Jano. Esto fue confirmado en las adaptaciones que hizo el Papa Gregorio XIII, y es el calendario que rige en nuestros días.

Algunas cábalas de año nuevo

• La tradición de las 12 uvas: en el sitio que ocupa cada comensal se coloca previamente un pequeño frutero con 12 uvas y, de acuerdo con el ritual, se debe comer una uva por cada una de las 12 campanadas del reloj. Idealmente seis verdes y seis moradas. De esta forma, los anhelos y aspiraciones se hacen realidad... por lo menos eso dicen.

• Sentarse y volverse a parar con cada una de las doce campanadas: trae matrimonio. (Y dolor de espalda).

• Recibir el año nuevo con dinero dentro de los zapatos: trae prosperidad económica.

• Para obtener mucha ropa nueva: la noche del 31 debes usar la ropa interior al revés.

• Poner un anillo de oro en la copa de champaña con la que se hará el brindis: te asegurarás que no falte el dinero (ojo con tragártelo).

• Cocinar una corvina sin quitarle las escamas: para asegurarse un buen pasar económico (quien la coma tendrá tanta plata como escamas haya comido).

• Encender velas de colores: las azules traen la paz; las amarillas, abundancia; las rojas, pasión; las verdes, salud; las blancas, claridad, y las naranjas, inteligencia.

• Repetir en voz alta o mentalmente la frase "Voy a ser feliz este año" junto a las doce campanadas.

• Si se sale a la calle, tratar que la primera persona que se vea sea joven, ya que mientras menor sea, mayor será la felicidad.

• Sacar las maletas a la puerta de la casa para tener muchos viajes el año que comienza. Mejor aún es dar la vuelta a la manzana arrastrando las maletas.(¡Ojo!, algunos lo hicieron y no volvieron más...).

• Usar ropa interior amarilla la noche de fin de año, para asegurar felicidad y buenos momentos. Mejor usarla por el revés y cambiarla al derecho después de medianoche. Mucho mejor si los calzones son regalados.

• Utilizar ropa interior roja, le hará encontrar el amor de su vida.

• Comer una cucharada de lentejas (cocidas) dentro de los primeros minutos del nuevo año para tener prosperidad.

• Lavarse las manos con champaña y azúcar, para tener dinero. A las 12 de la noche, se meten las manos a una fuente con azúcar. Luego se lavan con champaña.

• Repartir espigas de trigo, símbolo de la abundancia. Lo ideal es repartirlas entre todos los asistentes (que todos las tengan en las manos a la medionoche) y también esparcirlas por la casa.

• Quemar al muñeco "viejo", para desprenderse de las cosas malas del año que termina. Es necesario hacer un muñeco con la ropa vieja. Si se quiere, se le puede poner en el bolsillo una lista con todas las cosas malas del año que quieren eliminarse. Se debe poner en un lugar sin riesgos de incendio. A medianoche se le prende fuego.

•  Cábalas y supersticiones con vegetales.

¡Hasta las plantas pueden atraer o alejar la suerte!...

• Dicen que la higuera florece únicamente a medianoche de Navidad, con una sola flor blanca.

• El trébol de cuatro hojas trae suerte al que lo encuentre.

• Para ahuyentar los duendes, hay que mostrarles una rama de ruda con excremento humano.

• Para saber en qué dirección se encuentra la persona querida, se hace una caladura en la sandía. Luego se la hace girar y según la dirección hacía donde mire la caladura, allí estará.

• Cuando se crían hortensias en las casas, las solteras no encuentran novio.

• La flor de magnolia trae mala suerte para los de la casa.

• El banano y la higuera son plantas propicias para que los demonios se oculten. Por eso hay que hacer una cruz en el tronco de ambas plantas para que sus espíritus se vayan.

• La flor de amambay, como, la de la higuera, también aparece en Viernes Santo y en Nochebuena. La primera flor que se obtiene ese día de la planta servirá de amuleto para la buena suerte.

• Preserva de todo peligro si se coloca debajo del colchón, un ajo macho atravesado por un alfiler.

• Si el arroz se desparrama de casualidad, es indicio de buena suerte.

• Ver pasto verde dará suerte.

• Planta que mucho florece o fructifica, traerá desgracias para sus propietarios.

• No hay que cortar higos a la hora de mucho sol; la higuera se enoja y le hará salir ampollas al intruso.

• Dios castigará al que arranque plantitas recién trasplantadas.

•  Cábalas y supersticiones respecto al casamiento.

En todos los momentos cumbres se suelen aplicar diversas cábalas… las bodas no son la excepción:

• El día de su matrimonio, las novias deben llevar puesta una prenda azul, algo robado, algo prestado y algo regalado.

• El que se casa en enero no estará bien económicamente durante el resto de su vida de casado.

• La persona que coma directamente en las ollas o cazuelas en donde cocina, le lloverá el día de su boda.

• A la mujer que le barran los pies, le roban la fortuna, por lo que es probable que no se case, o que lo haga cuando esté muy vieja.

• El que le pise la cola a un gato deberá escupir, pues si no lo hace, no se casará.

• El novio, no puede ver a su prometida con el vestido de novia antes de la ceremonia, ya que esto trae mala suerte.

• Cuando se cae un tenedor y un cuchillo al mismo tiempo, significa que pronto habrá boda en la casa.

• El que pasa por debajo de una escalera, nunca se casará.

Amigo lector, a esta altura de la nota, sólo me queda una última reflexión:

YO NO CREO EN BRUJAS, PERO QUE LAS HAY, LAS HAY...
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